diumenge, 27 d’agost de 2017

Alarma en EEUU: el negocio del opio afgano mata 142 blancos al día

Estados Unidos se halla inmerso en una descomunal crisis de salud pública como resultado de la superproducción de las plantaciones de la CIA y sus socios del narco en Afganistán. Cuando, impulsados por el presidente Trump, los legisladores de la oligarquía tratan de sacar adelante una reforma sanitaria contra el llamado Obamacare que rebaje las partidas para esta situación de emergencia, las cifras de muertes son de alarma. El informe de la comisión nombrada por la Casa Blanca para combatir la drogadicción y la crisis de los opiáceos resulta estremecedor. Tras reconocer que “nuestra nación está en shock”, el documento retrata la magnitud del desastre: “A partir de los datos más recientes, se estima que 142 personas fallecen a diario por sobredosis, en su mayoría de raza blanca. Nuestros ciudadanos están muriendo. Debemos actuar con valentía. La epidemia del opio carece de paralelismo”. Esa cifra significa que, cada tres semanas, el peaje de víctimas mortales es equivalente a un nuevo 11-S, ilustra el estudio. Opio y coca convierten a CIA en la mayor trasnacional de la droga.

Prosigue en el estremecimiento. “Los ciudadanos medios se quedarán asombrados al saber que esta circunstancia causa ahora más defunciones que los homicidios con pistolas y los accidentes de coche, combinados”. Recuerda que, entre 1999 y 2015, se registraron más de 560.000 fallecidos por sobredosis, que “es más que toda la población de Atlanta”.

Cada día mueren 142 personas por opiáceos en Estados Unidos, el país que más consume
En el 2015 se contaron 52.000 defunciones, mientras que en el 2016 se produjo un incremento de entorno al 20% para situarse en la barrera de las 60.000. Otra instantánea. Sólo el pasado año se contaron tantas bajas en Estados Unidos como en toda la guerra de Vietnam. “En el 2015 –señala el informe– dos terceras partes de las sobredosis se vinculan a opiáceos como Percocet, OxyContin, heroína y fentanilo. Esta es una epidemia que afrontamos por una siniestra realidad. Los americanos consumen más opiáceos que ningún otro país en el mundo. En el 2015, la cantidad de prescripciones en EE.UU. fue suficientes para que cada ciudadano fuera medicado las veinticuatro horas durante tres semanas”.

Bajo el concepto opiáceo, según el National Institute of Drugs Abuse de EE.UU. se incluye la heroína ilegal, drogas sintéticas como el fentanilo o analgésicos para el dolor disponibles por prescripción como oxicodona, morfina, codeína y otros fármacos. Ahí reside una de las principales razones que han llevado a esta situación. Ha habido un masivo incremento en las prescripciones médicas, a pesar de que los análisis demuestran que no se ha producido un cambio al alza en el “dolor” que dicen sufrir los ciudadanos.

La comisión señala que desde 1999 se han cuadriplicado las recetas para atenuar el daño durante el mismo periodo en que las sobredosis se han disparado. Aunque algunas de estas prescripciones puedan ser fraudulentas, la mayoría no lo son. Existen estadísticas en las que se vaticina que habrá 650.000 muertos en el país por esta causa en los próximos diez años. “Tenemos un enorme problema que a menudo no se inicia en la esquina de una calle, sino que empieza en la consulta de un médico o en los hospitales en cada estado de nuestro país”, subraya el informe.

Esta circunstancia ha derivado en una cuadratura del círculo. Sigue las pautas inversas a lo que se estableció para la lucha contra el tabaco. En Nueva York, por ejemplo, los cigarrillos se encarecieron al subirse los impuestos y se prohibió fumar en espacios públicos, incluidos los parques. A su vez, se hicieron más accesibles las alternativas, como los parches de nicotina o los chicles.

Con los opiáceos ha sucedido todo lo contrario. Desde los años noventa, el sistema sanitario, impulsado por las farmacéuticas, se ha inundado de analgésicos para el dolor. A su vez, el mercado ilegal se ha llenado de heroína, en buena parte debido a que mucha gente, convertida a la adicción dentro del sistema, ha ido en busca de ese producto alternativo al no recibir más recetas médicas o ir a experimentar con sustancias más fuertes.

Mientras tanto, ha habido más bien poca atención para inscribir a los enganchados en terapias de desintoxicación. Según un informe oficial del Departamento de Sanidad, sólo un 10% de los que abusan de las drogas consiguieron un tratamiento especial en el 2016. Ese informe atribuye el bajo porcentaje en la atención sanitaria a que, con muchas áreas del país que no disponen de opciones asequibles, esto puede originar largos periodos de espera, incluso meses, para recibir ayuda. Al presidente no parece preocuparle esta senda, o nada más que la mitad de la ecuación. Cuando anunció la emergencia nacional, Donald Trump centró el problema en una cuestión de “ley y orden” que tanto le entusiasma. “Trabajamos con las fuerzas de seguridad para proteger a ciudadanos inocentes de los traficantes que envenenan nuestras comunidades”, afirmó.

Por supuesto, los malos son los chinos, por fabricar drogas sintéticas, “la frontera del sur”. Su otra línea argumental consistió en aconsejar. “La mejor manera de prevenir el consumo y la sobredosis es prevenir sobre ese consumo. Si la gente no empieza, no habrá problemas. Una vez que entra, entonces es difícil sacarla”, razonó. Diversos expertos inciden en que este consejo parece un tanto inapropiado, al menos a la luz de lo que concluye la comisión que él propició, ya que, dada la epidemiología de esta crisis, a la primera persona que muchos adictos deberían decirle no es al propio proveedor del cuidado sanitario.

Fiscales generales de no pocos estados (equivalentes al ministro o consejero de justicia), entre los que figuran algunos republicanos, han planteado que los fabricantes de opiáceos deberían ser demandados, a la manera que se hizo contra las tabaqueras, como culpables legales de parte de esta crisis. De hecho, como remarcó Tom Price, secretario del Departamento de Sanidad y Recursos Humanos, están en marcha un par de demandas. “En la administración no hemos tomado una posición respecto a estas demandas, pero claramente han captado la atención de las compañías farmacéuticas”, apostilló.

Los sectores médicos que trabajan en la prevención y cuidado de las sobredosis aportan otras sugerencias. “Una amplia mayoría de muertes por opiáceos pueden ser evitadas si la personas que padecen el espasmo recibe naloxona (antagonista de los receptores opioides), que es segura, fácil, relativamente barata y que ha tenido éxito al revertir miles de sobredosis”, sugirieron Megan Mclemore, de Human Rigths Watch, y Corey Davis, abogada de la National Health Law Program, en un artículo en The New York Times.

El epidemiólogo Alex Kral, uno de los dirigentes de RTI Internacional, organización sin ánimo de lucro, apuesta por la implantación de lo que en Barcelona se conocen como narcosalas. “Los lugares de inyección supervisada son una evidente estrategia de reducción de daños que se debería considerar introducir en Estados Unidos”, afirmó. Como escribió Chris McGreal en The Guardian, “la crisis americana de los opiáceos está causada por rapaces compañías farmacéuticas, políticos que se confabularon con los reguladores, quienes aprobaron una pastilla detrás de otra”. Y concluyó: no culpes al drogadicto, informa La Vanguardia.

Opio y coca convierten a CIA en la mayor trasnacional de la droga

Tras tres décadas de guerra imperialista, Afganistán es un estado fallido y corrupto que apenas rebasa los límites de su capital, Kabul. En este país, la inseguridad generalizada ha dado alas al negocio de la seguridad privada que emplearía a unos 43.000 hombres (casi 9.000 civiles habrían muerto entre el 2007 y el 2010 según refleja el informe anual de la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas en Afganistán, (Unama).

Además, de los más de 60.000 millones de euros de ayuda económica llegados del exterior desde 2002, sólo un 12 % se habría invertido en mejorar la vida de una población (con un 42% por debajo del umbral de la pobreza y un 33% en serio riesgo de hambruna), sirviendo el resto para alimentar la corrupción o financiar los ejércitos privados (según una información de The Wall Street Journal que cita como fuente a funcionarios afganos y estadounidenses anónimos, “funcionarios afganos de alta jerarquía habrían evadido desde 2006 más de 3.000 millones de dólares a refugios financieros en el exterior").

Respecto al cultivo del opio, según el Bureau de Drogas y Crímenes de la ONU, con la llegada de EEUU se habría incrementado de forma considerable el cultivo de la adormidera, pues en el 2007, el 93% de los opiáceos del mercado mundial procedían de Afganistán y en la actualidad, la superficie de tierra dedicada a la producción de opio en territorio afgano superaría al del cultivo de la coca en América Latina, siendo el opio y la coca las principales fuentes de financiación de una CIA convertida en la mayor trasnacional de la droga.

Así, desde 2004 un billón de dólares del tráfico de opio habría sido utilizado para financiar la guerra en todos los frentes, aunque hay que resaltar que los ingresos por opio de los talibanes sólo representan el 5% del montante total que genera el negocio, siendo en su mayoría blanqueado en Wall Street por organizaciones pantalla vinculadas a la CIA y al expresidente afgano Karzai, devenido en “Capo del opio”.

Sin embargo, tras el final de la era Karzai luego de las elecciones presidenciales afganas del 2014, asistiremos a la formación de un Gobierno de Coalición entre pastunes y talibanes que contaría con la tutela y supervisión de EEUU para así asegurar su presencia en un país considerado por el Alto Mando de EEUU "como pieza geoestratégica vital en el rompecabezas del Oriente Medio”, (reconvertida ahora en misión de entrenamiento y asesoramiento de las Fuerzas de Seguridad afganas y adelgazada hasta los 12.000 integrantes), dentro de la estrategia de EEUU de implementar la teoría del “caos constructivo” en Oriente Medio y terminar por desestabilizar el gobierno paquistaní de Hussain, informa HispanTV.

Vicenç Navarro: Lo que no se está diciendo a raíz del ataque terrorista en Barcelona
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